10 de marzo de 2010

Carta sin destino

No puedes imaginarte cómo te pones de preciosa cuando te enfadas como lo estabas anoche, en mi sueño.. No puedes ni imaginarte cómo esos gestos, apenas perceptibles, indagando en mis ojos el estado de mi ánimo, llegan hasta el fondo de mi alma e incentivan mis labios para decirte que te quiero. No puedes ni imaginarte siquiera, lo bien que hueles cuando pones en tensión los músculos de tu cara y te enfadas. Cómo se llena de colores tu halo. Hasta el sabor de tu saliva me parece distinta cuando te beso. Y tus labios, tersos y duros, frotan los míos con más consuelo. Deberé enfadarte más. Provocaré esos enfados para poder amarte de mil formas distintas....en cada sueño. Para llegar a ti por mil caminos diferentes...en cada sueño. Para encontrar tu ternura vestida de mil maneras...todas ellas sutiles y frágiles que, paradójicamente, me fortalecen...en cada sueño.
Nunca encontrarás en mis ojos engaños, cielo mío. Ni inseguridad en mis palabras. Ni traiciones en mis hechos. Porque te miro y el mundo sale de su órbita. Vuelvo a mirarte y se me escapa el tiempo entre mis manos. Te huelo y la consciencia me abandona. Te beso y ya no sé si soy yo o los labios que envuelven mi espacio. Y después de tu enfado, cuando sonríes...amanece. El rocío se escapa. Los pájaros vuelven de nuevo, enloqueciéndome con sus trinos, a posarse, tímidos, y se esconden entre las hojas inmensamente verdes de mis árboles. Tus ojos, dios, tus ojos se llenan de trocitos de pétalos de mil colores, que se clavan en mi alma como espinas dulces. Y mis mariposas, las que tú instalaste un poquito más abajo de mi ombligo, bailan la apoteosis de un rito jamás conocido por nadie. Nunca escrito. Imposible de imaginarlo y menos aún de describirlo. Dime, cariño, quien puede ofrecerme lo que tu me das. Quien puede poner en mis ojos lo que tú pintas cada segundo. Qué labios pueden poner en mis labios trocitos de alma. Retazos del color de las cerezas. Caricias de nubes de miel, de líquida miel,...y pedacitos, pequeños pedacitos de dios en mi alma. Nadie. Nadie, excepto tú.
Y cuando salgo de casa, cada mañana, maldigo al reloj que parece pararse en cada esquina. Porque necesito volver a ti cuanto antes. Necesito sentir tu piel segundos después de haberla abandonado. Necesito besar tus labios al instante de despegarme de ellos...y encontrar de nuevo tu mirada antes, mucho antes, del tiempo en que nace el suspiro que siempre me acompaña, cuando te dejo sola en casa. Y es que te quiero, ¿sabes? Te quiero tanto que ya es imposible que mis pensamientos nazcan, si no nacen unidos a tu mano.
No sé si te he dicho hoy que te quiero. Bueno, sí lo sé. Pero lo que tú no sabes es cuántas veces lo he sentido. Cuántos momentos lo he tenido en mi mente. Con qué perseverancia me acompaña en cada uno de los segundos de mi día...y despierto y sigues en el mismo lugar, pegada a mí en mi pensamiento. Me llenas de miradas y silencios, Me envuelves como al más frágil de los regalos y siguen tus labios besándome. Siempre unidos a los míos, besándome...aunque te deje sola en casa.

3 comentarios:

* Inés * dijo...

Tienes tanto que dar, posees el don de la ternura, la facultad de atrapar con tus letras.

La delicadeza que se te supone letra a letra, en el baile de tus besos, me deja desarmada y apenas sin palabras.

Me encantó, del principio hasta el fin.

Gracias, siempre.

Mayte® dijo...

Hay cartas que mejor guadarlas en el cajón de los sentimientos y nunca enviarlas.

Me han impresionados tus letras y emocionado al mismo tiempo.

Un escrito precioso. Gracias por compartirlo

Tarzán dijo...

Tantas cartas nos han quedado sin mandar. Tantas habrán llegado tarde. Tal vez algunas para bien. E imaginemos cuantas no nos han llegado. Tantas tarde, que tal vez sea mejor dejarlas en arcones de recuerdos, honrarlas, y guardar silencio. Silencios. Gracias Prólogo, por ayudar a pensar.

Callad, por Dios, ¡Oh buñuelo!.

(La foto es de otro día, los de hoy los haré esta tarde que no me ha dado tiempo) Callad, por Dios, ¡oh buñuelo! Que no podré resisti...