Manzanas de oro y nueces de plata

Hay diferentes versiones en cuanto al origen de la costumbre de poner en las casas un árbol de navidad.

Parece ser que puede provenir de una ancestral leyenda alemana que decía que un gigantesco árbol sostenía la tierra y que, de sus ramas, colgaban las estrellas.

Los "culpables" de que el árbol se extendiera, hasta el punto de que se ponga en la mayoría de las casas y de que forme parte de todos los paisajes urbanos, fueron los integrantes de la casa de Hannover durante el siglo XVIII.

Circulan más leyendas con respecto al origen del árbol pero, para mí, la más tierna es la que sostiene que una fría noche de invierno un niñito aterido de frío buscó refugio en la casa de un anciano leñador y su esposa. Ellos le dieron calor y comida y él, que en realidad era el niño Dios, se transformó de pronto en una especie de angelito vestido de oro y les dio una rama de un pino, diciéndoles que la plantaran y prometiéndoles que cada año daría frutos.

Los ancianos así lo hicieron y cada año, por Navidad, el árbol que nació de aquella rama les daba una cosecha de manzanas de oro y nueces de plata, en premio a su generosidad para con el niño.