15 de octubre de 2010

El Monasterio Rosa VIII

Borja Mari volvió a casa acompañado del escocés y, dejando a este con un whisky en la sala pequeña, se encerró en el despacho y llamó a Madrid a su amigo Bernardito, decorador de profesión y amigo "íntimo", le contó todos los acontecimientos de los últimos días y, entre los dos, esbozaron un plan y acordaron que al día siguiente Bernardito y su socio Manolito se trasladarían a Ricote para inspeccionar la casa.

Satisfecho con la conversación mantenida con Bernardito y dispuesto a no dejarse pisar por Jacinta, Borja Mari se invistió de autoridad y, entrando en la cocina, le ordenó a Jacinta que preparara una cena consistente para él y el escocés, que el Juaquinico fuera matando un cabrito para asarlo para la comida de mañana porque vendrían invitados y que, de paso, le contara que la "tita" le había dejado en herencia dos cabras y tres gallinas y que podía seguir viviendo en la habitación que tenía al lado de los corrales mientras viviera. También le ordenó que preparara tres dormitorios por tiempo indefinido, uno para el escocés y dos para sus amigos, y que fuera pensando que, hasta nueva orden, serían 4 hombres en casa para comer.

A Jacinta le faltó tiempo para abrir la boca y quejarse de lo indecoroso que ella consideraba recibir visitas con la muerta aún caliente, que qué menos que esperar a la misa de los ocho días y todo lo que se le ocurrió decir. Borja Mari la dejó hablar y, cuando ella terminó de desahogarse, por primera vez en su vida actuó como si fuera el eco, que era el único con narices para replicarle a Jacinta, y le dijo: "Jacinta, aquí el "amo" soy yo y se hace lo que a mí me viene en gana y, si no te conviene, te vas a la casita del pueblo que te ha dejado mi tía en herencia y aquí paz y después gloria".

La Pepa, que también estaba en la cocina y siempre había querido y mimado a Borja Mari como si fuera un hijo, se reía para sus adentros y Jacinta no daba crédito a lo que estaba oyendo pero, en el fondo, muy en el fondo, hasta se sintió orgullosa de Borja Mari y, como siempre, le dio la vuelta a la tortilla y se dijo a sí misma: "mira que si después de más de 30 años que llevo diciéndole que está "amariconao" resulta que he conseguido hacer de él un "hombrecico" de provecho". Así que, consolándose con ese pensamiento y dispuesta a que alguien pagara el pato, se fue a buscar al Juaquinico para decirle lo del cabrito, lo de la herencia, reñirle por todo lo que se le ocurriera y algo más y a restregarle por los "morros" la casica que le había dejado la "señorita" en herencia y a dejarle caer que, de no haber sido por ser un guarro y un descerebrao, hubieran podido tener una vejez muy buena allí junticos los dos.

Por la noche, mientras cenaban, Kenneth, que así se llamaba el escocés, le contó a Borja Mari la historia completa del affaire que mantuvieron "la tita" y él y le informó de que habían mantenido correspondencia durante todo el tiempo y, ocasionalmente, alguna llamada telefónica. También le dijo que tenía una fotografía suya de cada año, las que la "tita" le mandaba hacer cada cumpleaños, y que siempre le quiso aunque nunca pudo ejercer de padre por deseo expreso de la "tita". Ahora acababa de enviudar y, al no tener más descendencia que él, sería también su único heredero. Al oír esto, Borja Mari casi se puso "ñoño", no en vano tenía una sensibilidad muy "femenina" y, levantándose, le dio a su padre un gran abrazo y dijo "daddy" (papi) por primera vez en su vida.

A la mañana siguiente, al bajar a desayunar vestido con un pantalón azul marino y una camisa rosa, Borja Mari le dio el primer disgusto del día a Jacinta, porque ella pensaba que el "señorito" debía guardar luto por lo menos un mes, pero lo de la camisa no fue nada porque, cuando a media mañana vio llegar un deportivo rojo a la casa y se asomó a abrir la puerta, por poco se cae en redondo al ver bajar a Bernardito y Manolito con sus respectivas vestimentas, el primero con un foulard rosa igualico, igualico que uno que tenía la "señorita" y el segundo con un cinturón plateado que parecía la corona de la hija del Remigio que fue "Reina de las fiestas" de la que Jacinta, cuando vio la foto, pensó que era igual de "pendón desorejao" que su madre en sus años mozos.


Continuará...

7 comentarios:

Scarlet2807 dijo...

María, ésto está cada véz más bueno, te contaré que entro al blog y lo primero que hago es mirar si está la continuación.
Deberías pensarte en serio la posibilidad de escribir una novela, talento tienes de sobra...
Un beso, Scarlet2807

Anónimo dijo...

Sigo enganchado a ti, felicidades
besos
enmatojado

BONBOM dijo...

María ,mira que tienes talento guapa, en serio tienes un don especial.

Cada vez me gusta mas, esta genial, desde luego imaginación no te falta.

Besazos

Alejandro dijo...

Me lo paso genial con este relato, jajaja. Qué morbo tiene Jacinta, jajaja.

Un saludo

SalvaX dijo...

¡Anda! ¡Ahora montan un congreso de drag-queens!¡Solo faltan las cabras vestidas de Versace y el Joaquinito de Emidio Tucci!

wpaa. dijo...

Ahora si que me veo yo al señorito ,Borja Mari con traje de cuero mascara y latigo en la mano.
A este se le ha subido la herencia a la cabeza.
Me reafirmo , que cruz la de Jacinta xd.
Yo me iria de Monasterio , se mastica la tragedia ..
Continuara....
Un beso
wpaa.

* Inés * dijo...

Espero Maria, que juntes los capítulos y lo lleves a un concurso literario.
No tiene desperdicio tu relato.
Es sorprendente la imaginacion que le imprimes.
Particularmente pienso que es lo mejor que te he leído.
Me encanta leer Monasterio rosa, no le quito ni una coma.
Es difícil manejar con tamaña destreza, a personajes tan variopintos, sin dejar ni un cabo suelto y con buen ritmo de principio a fín.
Insisto es lo mejor que te he leído y me has sorprendido aún más si cabe.
Gracias, siempre.

Callad, por Dios, ¡Oh buñuelo!.

(La foto es de otro día, los de hoy los haré esta tarde que no me ha dado tiempo) Callad, por Dios, ¡oh buñuelo! Que no podré resisti...