5 de junio de 2010

* La mano amiga ( 6 ) *


La muchacha se quedó mirando al lobo plateado, antes de regrasar a casa, como cada tarde, cuando el sol se acostaba en el rosa anaranjado del horizonte.

Su agitada respiración tornóse más pausada, como agradeciéndo la cura, sin entreabrir sus ojos de fuego.
La garganta estaba seca, exhalaba el calor interior que buscaba aire fresco, como paliativo a su sequedad inmensa. No tenía fuerzas, para siquiera erguirse, pero su boca ardía ante su impotencia, en desespero.

Y la joven volvió, provista de un cántaro de cobre patinado, con agua fresca, para que el lobo refrescara su angustia y su gaznate.
Humedeció primero su pañuelo y se lo acercó despacio, pasándolo suavemente por las comisuras resecas de su negro hocico, mientras el lobo se rendía , confiado.

Poco a poco volvió a la vida, con la paciente mano de esa mujer que, gota a gota, calmaba su acuciante sed, sabiendo que no debía darle demasiada, por su febril estado.

Cada día se reunía con el lobo, cambiando su vendaje con sumo cuidado, dándole de beber despacio, con la confianza de su mansedumbre y sin mediar palabra, hasta que una de las mañanas, el lobo despertó de su inconsciencia, mejorado.

De pronto, levantó su cuello, irguiendo su cabeza, entreabrió sus fulgentes ojos. Sus orejas cobraron de súbito toda energía, orientándose nerviosas a los sonidos del bosque, como en alerta.
Y haciendo un esfuerzo ímprobo, se valió de sus manos aún debilitadas, para desentumecer su lomo plateado, inmóvil durante esos días y quedóse sentado.
Alargó su ávida boca al cuenco, aún con agua y lamió, hasta agotar su contenido.

La oyó venir, a zancadas suaves, como días atrás, enervó sus orejas y esperó a que estuviera al alcance de sus ojos intrigados.
Era el momento en que, la fiera se miraría en los ojos de la dueña de aquellas manos, cuyo perfume tenía grabado en su memoria.
Clavó sus ojos centelleantes en los suyos, escudrinó el óvalo suave de su cara, contempló la sedosa melena de oro viejo y quedóse hipnotizado, como cuando cuando contemplaba la redondez de la luna.
Le dejó acercarse porque era ella. La que le rescató de una muerte segura, por nada a cambio.
E inclinó, a ras del suelo, su testuz de lobo manso, cuando ella pasó su mano con una ternura indescriptible, por la plata de su pelaje.

10 comentarios:

Mayte® dijo...

Justo hoy comentabamos con una amiga en común que extranábamos leerte. Y mira que grata sorpresa.

Gracias Inesperada, un placer poder disfrutar de tus letras y de esta historia aún más.

Besitos a la distancia

Scarlet2807 dijo...

hayyyyyyyyyy Inés, que historia más bella, y con lo bién que tú escribes.
Gracias, muchas gracias, por deleitarnos con tus letras...

Un beso, Scarlet2807

María dijo...

Te has superado Ines, con qué maestría lo has relatado.

Gracias.

Besos

D'MARIE dijo...

Precioso tu escrito Ines...que bueno es leerte!!
Besis

Rosso dijo...

Inés, bella historia, perfectamente redactada por tí, es un placer leerte, me gusta leerte.
Un beso.

Fibonacci dijo...

Muy bueno Ines, como siempre pones todo tu corazon para plasmar tus escritos.

Un besote

Soñador dijo...

Precioso ines.Cada capitulo de este cuento es cada vez mas emocionante y lleno de ternura, me encanta tu manera de escribir y tu sensibilidad.Gracias

wppa. dijo...

Bonita historia Ines , creo que encierra el mensaje , del refran que dice: Haz bien y no mires a quien.
Relatado con tus lineas unicas y con tu sello inigualable a sido un placer el tiempo que pase leyendolo.
Un beso
wppa.

Carmen dijo...

¿Te he dicho ya que me enganchan tus escritos?

Un beso

Anónimo dijo...

Inespe que ternura ¡. Me ha encantado. Algo así debe ser el amor no? ceder no por miedo o incapacidad.
Me ha entusiamado niña.
Un beso grandote

Callad, por Dios, ¡Oh buñuelo!.

(La foto es de otro día, los de hoy los haré esta tarde que no me ha dado tiempo) Callad, por Dios, ¡oh buñuelo! Que no podré resisti...