7 de abril de 2010

EL TREN (1ra parte)


EL TREN

Puntualmente, a las veintidós horas, la máquina diesel que arrastra los vagones desvencijados, llega a la estación mal iluminada, con su poderoso motor, envuelto en una nube de tierra y hojas secas. La fría noche, tal vez, hace que poca gente visite el ruinoso edificio de estilo inglés, para observar como entretenimiento al menos, la detención del tren, el descenso de pasajeros por lo general conocidos, y la marcha posterior hacia el vecino pueblo. En la penumbra, bajo un árbol, un hombre fuma y espera. Ella dijo viajar en vagón de primera, por lo tanto el último de la formación, el de asientos mullidos e individuales. El hombre, no presta atención a los tres vagones de segunda clase que arriban primero, tras el de correo. Ella no estará allí, seguramente. En realidad, el hombre espera un rostro de mujer, enmarcado tal vez en una ventanilla, cumpliendo promesas. Mucho ha soñado con ese rostro perfecto de dulzura y carácter, compuesto de una sonrisa sincera, con ojos de brillo excepcional, que exponen una mirada tan aguda como apacible. Un rostro armónico, coronado por la redondez exacta de su cabeza rubia. A solas siempre, en su estrecho refugio pueblerino, el hombre imaginó muchas veces a ese rostro como extraído de un cuadro clásico.
A espaldas del hombre, más allá del alambrado que delimita la estación, el pueblo se interna en su sueño, el que solo es alterado una vez por semana, cuando el tren llega: los jueves. Los viernes a medio día este volverá a pasar, ahora rumbo a la gran ciudad. Así por años. Las mortecinas luces esquineras apenas dejan ver las polvorientas y anchas calles. Solo se escuchan las voces altas y risotadas que salen de un antiguo bar, donde los parroquianos juegan a los naipes y beben. El resto del pequeño poblado, a esas horas, es silencio natural.
En el mismo sentido en que el tren parte, el hombre comienza lentamente la retirada hacia los confines del poblado, hacia la más profunda oscuridad. Sabe de memoria el camino, a veces cuenta con la luz de la luna. Esta vez no es así. Lo que fue estrépito, se pierde a lo lejos, se transforma en rumor, desaparece.
Los hombros le pesan, nota el paso pesado, le cuesta acompasar brazos y piernas. Ella, no ha venido. El rostro amado ausente estalla en su memoria, siente por dentro burbujas conocidas.

(continuará)

5 comentarios:

Scarlet2807 dijo...

Como me gusta leerte Tarzán, realmente eres un maestro, escrbes precioso!!!.
Quedo con un sabor amargo en la boca,al ver que no hay mas letras.
Tienes que terminar luego tu libro,muero por leerlo...
Un beso, Scarlet2807

Mayte® dijo...

De verdad que esto debería estar penado por ley. Otra vez a esperar la continuaciónnn...

Tano. Más te vale poner el siguiente capítulo o me vas a leer..

Besitoss ( pero no los recojas hasta que termines)

Soñador dijo...

Me gusta mucho la forma de narrar que tienes amigo, de verdad mantienes el interes del lector , en mi caso , y haces que imagine la situación con las descirpciones que haces de el entorno , de verdad , me gusta mucho.Gracias

margari dijo...

Tarzán,siempre dejas con sabor a poco,cuando escribes.
Se termina, cuando más interesante está, sigue escribiendo,pronto por favor.PRECIOSO
Es que lo haces tan bien
un abrazo
Margari

D'MARIE dijo...

Bueno,es seguirte y seguirte,porque atrapas en lo tuyo.Buenisimo!!
Besis

Callad, por Dios, ¡Oh buñuelo!.

(La foto es de otro día, los de hoy los haré esta tarde que no me ha dado tiempo) Callad, por Dios, ¡oh buñuelo! Que no podré resisti...