23 de abril de 2010

ATANASIO


No sé como comenzar esta historia que es real, en las largas noches de verano, en el patio de mi casa se reunían gente de bien vivir y uno de ellos, perteneciente a la Policía Local de la localidad, gran amigo de la familia nos lo relató tal como ocurrió y así lo cuento yo.

Comienzo por describir a un matrimonio muy mayor, sobre ochenta años de edad, él, tenía una vitalidad rara para su edad, siempre con el cigarrillo casi apagado en la comisura de la boca, boina, y para no desentonar, casi siempre con pantalones de pana, con parches de otro color en las rodillas, a menudo se le podía encontrar de cháchara en el parque por las tardes con los demás vejetes y por las mañanas bien temprano a la puerta del mercado de la localidad, siempre puesta la vista en las mujeres que llegaban a él, para todas tenía siempre unas palabras bonitas sobre la anatomía del cuerpo de ellas, ninguna se enfadaba, ya que todo el pueblo lo conocía y sabían de sus cosas. Ah por cierto, el se llamaba Atanasio.

La mujer, Alfonsa, apenas salía de casa, le perdonaba todo a su marido, porque en realidad sabía lo que él la quería y lo bien que se había portado a lo largo de todos esos años con ella y sus hijos, pero tenía ese defecto, le gustaban demasiado las mujeres y se lo tomaba a chirigotas, sin darle importancia, siempre decía que era cosa de la vejez y que estaba ya chocheando.

A principio de mes, era el primero que llegaba a la puerta del banco para cobrar la pensión, cobraba y seguidamente lo llevaba casi integro a su mujer, se quedaba con cinco mil pesetas (Treinta euros) decía que se lo quedaba para los gastos suyos durante el mes.

Lo que no sabia su mujer, era, que una de sus nueras sin que ella lo supiera, le compraba tabaco y eso se lo ahorraba y algún vinillo que otro que se tomaba, se lo pagaba siempre algún vecino que conocía al contar historias de las suyas de cuando estuvo en la guerra.

Lo que no contaba él y casi nadie sabía, era que una vez por mes, se iba a una casa de citas con meretrices, donde era conocido como “El abuelote cipoton”.

Pero hete aquí que, en unas de esas visitas, cuando estaba con una de las chicas en la habitación, con los pantalones bajados y encima de ella bien armado, le da un patatús y se queda en el lugar, la chica empieza a gritar, llega la encargada del local y ve el panorama, el viejo encima de la cama con su boina puesta y desnudo, con una verga de más de un palmo de larga y gorda, toda tiesa y mirando hacia el techo,(digo la verga).

Empiezan los nervios de la encargada del local, ¿que hacemos? ¿A quien llamo?

Las chicas del local dan cada una su opinión, que si a los hijos, que si a las nueras y no se aclaraban con la situacion tan anómala.

Al final, deciden llamar al médico y a la Policía Local, los cuales se personan en el lugar al cabo de media hora.

El médico dice que ha sido un infarto, se llama a la funeraria y al juez de paz para el levantamiento del cadáver.

El juez pide que se vista al difunto y que se llame a los hijos.

Los de la funeraria, recogen los calzoncillos del suelo, se los ponen, pero son de estos que antiguamente eran abiertos por delante, y una vez colocado y con el rigor Mortis, la verga se ha quedado tiesa y se sale por la parte delantera de los calzoncillos.

Los de la funeraria se dirigen al Juez de Paz y le preguntan, ¿Qué hacemos con eso? Si le ponemos los pantalones, se notara mucho como está todo esto y parecera una tienda de campaña, bajo la risa contenida de los demás testigos que hay en el lugar, con perdón del difunto.

!Y a mí que me dicen! dice el Juez gritando,vosotros sois los expertos. Si, en eso tiene usted razón, pero no para bajarle eso al viejo, le contestan los de la funeraria.

En esto, el más veterano de los Policía locales, le solicita permiso al juez para lo que se le ha ocurrido y él le da su consentimiento.

Este le quita al pobre vejete su cinturón, mete la punta por la hebilla, tira, aprieta un poco y se la ata al pene tieso, la dobla hacia la pierna y se la recuesta sobre ella, atándola a esta y dice; ahora ponedle los pantalones, ya no se notará para cuando vengan sus hijos.

En bolsillo de Atanasio, había una nota que decía:

Mi churra hermosa nació.
Era el juguete de mis tías cuando yo nací.
después de descapullarla mi madre
más hermosa creció
Y para fortuna de mi mujer
ella lo disfrutó.
Después de que ella ya no la quería
otro chocho buscó
si alguien lee esta nota,
es que ella ya murió
batallando hasta el último momento
así, su vida se apagó
gracias cipote mío, has cumplido.

El resto de lo que ocurrió después, será otra historia que quizás algún día contaré.

6 comentarios:

Scarlet2807 dijo...

jjajajajajajajajajjaja.
Diosssssssss, no paro de reírme, en mi país son las 12,30 de la noche, mañana me levanto a las 6, y no puedo parar de reírme...
Eres realmente , genial!!!!

Un gran beso, Scarlet2807

María dijo...

Me lo has puesto a huevo, te voy a continuar la historia con un chiste que conozco:

A continuación se le desprendió el pene de la hebilla del cinturón y, de acuerdo con el cura, le fue introducida por su propio ano para disimularla.

A Atanasio, aun muerto, se le saltaron las lágrimas.

Alfonsa lo miró y le dijo "Ay, Atanasio, ni muerto has podido resistirlo y a mí llevabas toda la vida diciéndome que aguantara, que eso no era nada".

Mayte® dijo...

¡Tierra trágame!

Yo escondo la cabeza y si alguien pregunta por mi. ¡No me conoceis!

Besoss

LIA50 dijo...

Fibo,jajaja me hicistes reir de lo lindo, pero yo conocí varios casos de estos asi que te creo todo lo que relataste...Cada día lo haces mejor...el escribir digo...no se malinterprete...jaja Un beso Lía.

Soñador dijo...

Que bueno amigo , gracias por tus historias, esta es divertida.Las relatas con muchos detalles y hace que la lectura sea agradable y entendible.Que risa por dios¡¡

D'MARIE dijo...

Un relato que te deja tieso.!! uff
ajajjaj buenisimo.
Besus

Callad, por Dios, ¡Oh buñuelo!.

(La foto es de otro día, los de hoy los haré esta tarde que no me ha dado tiempo) Callad, por Dios, ¡oh buñuelo! Que no podré resisti...