UN GUSTO, ADRIAN

Viento, frío, llovizna. Véanlo a Adrián, montar su bicicleta, partir alegremente a dar sus clases de lengua y literatura, de las que hace una militancia educativa. Su pelo largo y desprolijo, su barba rala, su camperón verde y su infaltable mochila. Tan joven y tan preocupado. Tan buen tipo y con su salud tan dudosa. Anda de escuela en escuela tratando de que las letras lleguen, a jóvenes ocupados en cosas menores, alejados del interés por las letras. Y sin embargo lucha para llegarles de alguna manera. Trabaja más en su habitación y en la cocina que en sus clases, buscando textos que interesen, que capten la atención, que puedan ser comprendidos. Admiro a éste muchacho delgado, padre y esposo, que ni siquiera es natural de éste pueblo. Pero tiene una misión y la cumple. Salud, Adrián, un gusto haberte conocido.