LARISSA ( 8 )

En el piso superior asignaron a cada una de las 8 chicas del grupo una habitación individual donde dejaron sus maletas; Eran estancias amplias, con cuarto de baño y una cama grande, pero no dejaron de observar las ventanas enrejadas y las llaves por fuera de las puertas.
Inmediatamente, les hicieron bajar al gran salón-comedor que ocupaba casi toda la planta baja. Allí, los hombres se sentaron en la gran una mesa y las fueron llamando una por una para pedirles los documentos de identidad de su país, el pasaporte y el visado diciendo que era necesario para gestionarles su nuevo empleo. Tenían un sobre grande con u dossier a nombre de cada una de ellas y añadieron lo que les iban pidiendo. A continuación, uno de ellos abrió una puerta lateral y les dijeron que pasaran.
Se encontraron en lo que parecía una cochera anexa a la casa, una habitación grande con pequeñas ventanas altas y enrejadas y una gran puerta metálica al fondo, en un rincón había un pequeño aseo y en la pared un grifo. En un lado había un banco adosado a la pared con bandejas donde había restos de comida y trozos de pan seco y un montón de sacos de alpinista en el suelo.
Todo estaba sucio, maloliente y repugnante, la estancia era muy fría y la iluminación una bombilla desnuda en el techo.

Cuando intentaron protestar, los tipos se pusieron frente a la puerta y de forma muy grosera y amenazante les dijeron que escucharan con atención lo que les iban a comunicar.
Les dijeron que, desgraciadamente y de forma súbita, las condiciones en el país habían cambiado, se había restringido de forma brusca la entrada de extranjeros, que los patronos tenían prohibido contratarles y que, como ya tenían organizada la expedición, la organización había tenido que pagar mucho dinero en sobornos a funcionarios del gobierno para traerlas.
Estas circunstancias habían elevado mucho el coste de su transporte y gestiones que debían rembolsar a la empresa, según los documentos firmados en origen y como no podían trabajar legalmente, no tendrían más remedio que ejercer como prostitutas por un mínimo de dos años hasta saldar su deuda.
Imaginemos la impresión que recibieron aquellas pobres chicas, la mayoría de las cuales nunca había estado con un hombre, al oír aquello.
Mientras intentaban protestar y Larissa se enfrentaba a ellos, les gritaron que tenían que pensarlo con calma y cerraron la puerta apagando la luz desde fuera.
Las desdichadas se abrazaban entre si, maldiciendo su suerte y pensando cómo contarían a sus familiares aquello, si es que alguna vez conseguían volver a casa.
Fue anocheciendo y las muchachas se envolvieron en los sacos de dormir, asustadas, decepcionadas, hambrientas y con un futuro muy negro por delante. ¡Que contraste con las ilusiones que se habían hecho en el avión!
Larissa vio confirmadas sus sospechas del aeropuerto. ¡Habían caído en manos de la mafia rusa dedicada a la trata de blancas!
Continuará...