Carmen Polo de Franco, que nació en Oviedo en el año 1.900, en el seno de una familia de las que entonces se llamaban "bien", es decir, con patrimonio y dinero de generaciones anteriores y de las que tenían una Mademoiselle en casa como institutriz, parece ser que, desde su más tierna infancia, tenía afición a las joyas y su papá, abogado y con poderío económico por herencias anteriores, le compraba sus caprichos.
El único capricho que no quiso darle su papá fue el de que se casara con Franco, al que en Oviedo llamaban por aquel entonces "El Comandancito", en clara alusión a su escasa altura. Pero triunfó el amor y Carmen y Paco se casaron finalmente en 1.923.
Pasada la guerra civil, se instalaron en el Palacio de El Pardo y a Paco (Franco), se le dejó de llamar "El Comandancito" y se le llamaba "El Generalísimo", a Carmen casi nunca dejó de llamársele Carmencita y se le adjudicó, además, el sobrenombre de "La Collares", cosa que le venía al pelo porque en casi todas sus fotos aparece con alguno de ellos.
Esto de "La Collares" tiene su guasa porque, parece ser, que se le decía este sobrenombre por su afición a comprar y lucir collares. Hasta ahí todo normal, el problema venía cuando Carmen le decía al joyero de turno: "envíe la factura al palacio, por favor" y el joyero, por si caía en desgracia por cobrar algo que legítimamente le correspondía, jamás enviaba la factura correspondiente, con lo cual el collar se salía gratis a Carmen.
Nunca sabremos si Carmen estaba enterada o no de la gratuidad de los collares que lucía ni tan siquiera de si, al menos mientras vivió Paco, se enteró de que la llamaban "La Collares", porque esto, claro está, se decía en "petit comité" y con la boca pequeña, por si las moscas.
Más tarde, con la llegada de la democracia, lo de "La Collares", fue de dominio público, lo mismo que lo de "Cállate, Paco", que parece ser que era una frase que Carmen le decía muy frecuentemente a Paco. O tenía mucha confianza con el marido, cosa que no descarto, o era una mujer de armas tomar, como han dicho de ella después de morir su marido.
En cualquier caso, lo que jamás entenderé es por qué nadie envió jamás una factura de uno de esos collares e intentó cobrarla, igual se hubiera encontrado con la sorpresa de que le enviaban un cheque al día siguiente, ¿nadie tenía narices a cobrar lo que era legítimamente suyo? o ¿sería, quizás, por hacerle la pelota y, de paso, por el placer de criticarla en "petit comité" y con la voz bajita pensando que jamás se enterarían?. Personalmente no lo descarto, seguro que hay quien paga por criticar, total es su gran pasión, al menos que les cueste algo.
12 comentarios:
Ayyyyyy, qué susto me he llevado antes de traducirlo, jaja.
Gracias, Sr. Oliveira.
("Mi blog ha regresado con todas las noticias culturales de sucedidas durante la semana. Espero que lo disfruten. Sígame. Abrazos buena semana.más o menos dice esto")
Pues mi querida amiga " La Doña Collares"...yo creo que si lo sabía, pero supongo que hasta le hacia gracia. Y de cobrar otro tanto de lo mismo, pues por miedo o por peloteo ahí se quedó la cosa, aunque las joyas de "Doña Carmencita", siguen estando en la familia, que todavía está en España, por si alguién no lo sabe.
Sólo me queda añadir:" VAYA TELA".
Yo me quedo con la parte final ,esa que criticaban a la collares pero por lo menos no les salía gratis, el caso es que hay mucha gente que critica y luego se va de rositas….beso María
María, no dejas de admirarme y de embelesarme con tus escritos. Me ha gustado muchísimo.
Muchas gracias y muchos besos. Rosa.
Escribas sobre lo que escribas, lo haces ameno y entretenido, es tu estilo...
Un beso, Scarlet2807
Descanse en paz "Doña Collares"
Besos
wpaa.
Hasta donde yo sé, esta historia es un fiel reflejo de la realidad.
Muy buen relato...de verdad tienes pasta!!Besis
Una buena forma de incrementar el patrimonio familiar,( de haber querido pagar, habria pagado).
Un buen relato como todos los tuyos, siempre nos enseñas algo, gracias cariño.
Mil besos
Esa era una choriza como muchos otros tantos
Esa era una choriza como muchos otros tantos
Esa era una choriza como muchos otros tantos
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