Entrañas de acero

"Esta infeliz tiene las entrañas de acero", dijo Escila, la más famosa prostituta romana de la época para referirse a Valeria Mesalina, la tercera esposa del emperador Claudio.

Resulta que Valeria Mesalina era insaciable, sexualmente hablando, hecho que no sabemos si heredó de su madre, Domicia, quién también tuvo fama de poco virtuosa o desarrolló con el tiempo. Mesalina era lo que hoy llamaríamos ninfómana y no desaprovechó ningún momento para dar rienda suelta a su lujuria, que utilizaba incluso para eliminar a sus enemigos y, tanta era al parecer su "necesidad", que llegaba incluso a prostituirse en el barrio de la Subura bajo el nombre de guerra de Licisca (mujer-loba).

Sus "hazañas" fueron referidas tanto por Tácito como por Suetónio pero fue Juvenal, en su sátira VI, quien detalló con todo lujo de detalles lo que podríamos llamar su hazaña máxima y que consistió en organizar un concurso que se podría haber llamado "a ver la que aguanta más" y retó a Escila, la prostituta más famosa de Roma, quien, tras haber yacido con 25 hombres seguidos, se rindió. Ello no obstante, Mesalina, que ya iba por los 70, siguió y siguió hasta los 200 y aún increpaba a Escila para que regresara pero esta se retiró diciendo la célebre frase: "esta infeliz tiene las entrañas de acero".

Claudio aguantaba las veleidades de su esposa pero cuando Mesalina tuvo la excentricidad de casarse con Silio, uno de sus amantes, y cometer bigamia la condenó a muerte mediante el suicidio. Mesalina en esto del suicidio no fue tan valiente como en el otro y, finalmente, fue decapitada por un centurión siguiendo las órdenes de Claudio.

A mí en el fondo Mesalina me da pena porque pienso que igual, en lugar de nacer mujer, debió nacer pata, pero no una pata cualquiera sino una pata malvasía y así la pobrecita hubiera vivido satisfecha.