EL ANILLO II

Nunca fue de uso ni siquiera modesto de alhajas. Sin embargo, aquella mañana, recorriendo la feria artesanal, se miró las manos. “¿Por qué no, un anillo?¿Qué tendría de asombroso?” Su amiga, estaba atenta a artesanías varias. Interiormente, reconoció no saber mucho del tema. Solo admirar, a aquellos jóvenes hombres y mujeres empeñosas, concentradas, que manufacturaban a la vista de todos.

Se acercó a un stand donde se exhibían diversas sortijas.

-Voy a comprarme un anillo- dijo a su amiga, absorta ella, en el espacio de los collares.

El río estaba calmo, el sol entibiaba apenas. El bello, enorme monumento a la bandera nacional, parecía dibujado en el rincón oeste del cielo. La gente paseaba distraídamente.

-Comprate uno de acero quirúrgico. No mancha los dedos.

Seguramente, ella, vio la expresión de desorientación del amigo, parado ante el exhibidor. Cincuenta, cien anillos relucían a la luz del sol. La miró perplejo, en busca de auxilio. Ella se acercó sonriente, maternal casi. Cuando le tomó la mano, para iniciar una ronda de pruebas, en busca del tamaño exacto y el gusto apropiado de la sortija, algo pasó. Cada introducción en el dedo anular, generaba una explosión interna en él. Nunca había estado tan cerca de ella, nunca su fragancia de mujer lo había abordado de tal manera. Apenas se miraron a los ojos. Casi no hizo falta. Después, la noche fue increíble.