Nadie le preguntó los porqués de su intento , interesaba más que se recuperara físicamente. Tiempo habría más adelante de hablar de ello.
En cierto modo, había sido un milagro que salvara su vida. Así fué comentado por propios y extraños, refiriendo la recuperación que comprobaban, cuando íban a visitarla en su convalecencia.
Fué lenta, muy lenta, todo el mundo se volcó con ella. Parecía una niña pequeña, aceptando los cuidados y cariño de cuantos la rodeaban.
Sus padres la protegieron más a partir de aquel suceso, con el dolor de no haber sabido ayudarla.
Tuvo unos años, los siguientes, delicados y monótonos.
Su vida no era la de una mujer de su edad, salía poco y siempre íba acompañada, a los recados cotidianos de un hogar.
Mejoró con el tiempo, no totalmente, era imposible, pero tenía una vida por delante y su tristeza se fué disipando, aunque no su timidez.
Y la vida quiso que su primer amor, el de los besos a escondidas y el que "no convenía", volviera a su vida.
Puede que ella lo buscara, que tuviera noticias y que forzara un encuentro casual, con una rosa en el sillín de la moto, con la que se desplazaba. Así lo contó a sus hermanas, que se sorprendieron mucho, al saberlo.
Paula recuperó su alegría y su amor con él. Sus padres aceptaron con ciertas reservas, su relación tan repentina.
Lo que su hija decía, estaba bien.
Quería a ese hombre, no había más que mirar el brillo de sus ojos, para saberlo. Él parecía sentir lo mismo y decidieron casarse.
Era la ilusión de toda su vida. No tenía más meta que aquella, casarse, como sus hermanas y por fin la cumplía, después de tantos años.
Un enlace íntimo y familiar selló el amor de la pareja, que comenzaba una nueva vida, por fin.
Paula concibió una hermosa niña, que descubrió una faceta hermosa en su corazón, la de ser madre.
Se volcó por completo, de la mejor manera que sabía en su niña, tanto, que su matrimonio hizo aguas enseguida.
Un amor construído con los recuerdos adolescentes, no era un amor ni maduro y ni pleno.
O el no la quiso como debió quererla. O no supo cuidar de las dos. O no era esa vida, la que él apetecía.
Tomaron pues, caminos diferentes y Paula se quedó con su hija, que era la razón de su vida.
Rozaba ya los cuarenta años, su hija tenía dos y se criaba con salud, con las travesuras típicas de la infancia.
Fué una época dulce y sosegada para toda la familia, que la apoyaba en todo.
Paula tenía una cuenta pendiente con su alma, aquella no la había tratado, ni curado y era sólo exclusivamente algo que debía resolver ella.
8 comentarios:
Tu narrativa es como siempre..
¡Impecable!
Un beso niña
Me gusta tu relato.
Espero las próximas entregas.
Un saludo
Insisto en que es lo mejor que te he leído en prosa, ojalá que la historia acabe bien.
Besos
Tengo que leer lo anterior, prometo hacerlo en cuanto pueda.
Un saludo
Habías tardado en continuar la historia, y ya la extrañaba, no necesito decirte lo bien que narras ya lo sabes...
Un beso, scarlet2807
Me has enganchado reyna, es una historia muy pero que muy buena, no tardes en la siguiente entrega.
Hace tiempo que no te digo que . TE QUIERO.
BESOS
Inés, seguiré pendiente de Paula. La narración es estupenda y espero que todo acabe felizmente. No tardessss...
Un beso
Inés , no he leído la historia, pero escribes precioso, así que me comprometo a ponerme al día
Un abrazo
Ermitaño
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