Estaba a mediodía esperando que se
hiciera la hora de comer y, de pronto, he oído mucho cante flamenco
y un ruido que no identificaba. Total que, por puro cotilleo, he
salido a la terraza y me he puesto a mirar a la calle.
Los del cante flamenco eran un montón
de gitanos que, a tenor de la vestimenta, venían de una boda e iban
a algún salón de celebraciones. Lo del ruido eran peladillas
(impensable una boda gitana sin ellas) que los niños se han dedicado
a tirarle a una ardilla que han localizado en uno de los árboles de
la calle y, al caer al suelo, digamos que “eclosianaban”, cual si
de un huevo se tratara, y se separaba la almendra del azúcar.
La ardilla, por supuesto, se ha hecho
fuerte en lo más alto del árbol y ha dicho que nones, que no
bajaba, que ya recogería ella las peladillas cuando le diera la
gana. De tonta no tiene un pelo el bicho en cuestión y de tímida
tampoco, porque se pasea por los coches aparcados cuando a ella le
viene bien como Pedro por su casa y, con buen criterio, habrá
pensado que unos 15 niños juntos armados con peladillas son
demasiados para jugar con ellos.
Ellas iban todas estupendas, excesivas
pero estupendas, con mucho encaje, mucho adorno en el pelo, mucho
chal llamativo, etc., pero cada cual tiene su concepto de la
elegancia y a nadie le importa (pienso yo) la del vecino. Lo de ellos
me ha resultado de lo más raro, primero porque sólo he visto a uno
con traje y segundo porque todos, absolutamente todos, llevaban
camisa rosa. Eso tiene, sin duda, algún significado del que pienso
enterarme próximamente, vamos en cuando vaya al mercado y pegue la
hebra con Joaquina, una conocida mía gitana a la que le compro los
ajos de toda la vida.
En realidad, aunque ya me han dicho en
casa que es mi penúltima chalaura y que a Joaquina no debe quedarle
ningún hijo sin casar, lo que voy a hacer es pedirle que me invite a
la boda de uno de sus hijos (o, en su defecto, nieto/a), porque sí,
porque tengo yo ganas de empaparme de ese rito tan ancestral, de ver
como funciona la cosa del pañuelo de la virginidad, de hincharme a
peladillas y, en resumen, de experimentar una cosa nueva. Lo de los
tres días de festejos no tengo el cuerpo para aguantarlo, pero puedo
ir un rato cada día.
Por parte de Joaquina no creo que haya
ningún problema para invitarme, porque es un encanto de mujer que
hasta me mantiene al día de todos los hechos significativos de su
prole y, por la de “su Antonio” supongo que tampoco, aunque
seguro que igual se acuerda de cuando le dije machista y otras
cuantas lindezas más porque no la dejaba a ella ni ir a la escuela
de adultos a aprender a leer ni ponerse pantalones y pasaba mucho
frío en invierno. Recuerdo que me lo pasé genial ese día, yo
argumentando todos los derechos de Joaquina que él pisoteaba y él,
no dando crédito a lo que estaba pasando, exhibiendo sus razones
cada vez menos convencido hasta que, supongo que por aburrimiento y
porque me callara de una vez, me terminó dando la razón.
En realidad, no creo que “El Antonio”
me guarde rencor por aquello porque, cada vez que tengo que ir a la
Iglesia que hay cerca de su casa, dejo el coche en su puerta y,
aprovechando que siempre hay alguno de su familia en la calle, les
digo: “vigiladme el coche y que no me lo toque nadie eh” y, jamás
me lo ha tocado nadie, de hecho sé que lo defenderían con uñas y
dientes si hiciera falta y que no podría aparcar en otro sitio más
seguro.
7 comentarios:
Los gitanos siempre me han llamado la atención, en todas sus costumbres, que poco comparten
Ojala te inviten
Un abrazo
María:
Como en cualquier comunidad, hay de todo entre los gitanos. Allí podrás encontrarlos educados y muy solidarios para con nosotros -los payos- y también los verás bien pícaros.
Es cuestión de apreciar la diferencia entre unos y otros.
Un gran abrazo.
Creo recordar mi querida María, que de “la Joaquina “y “el Antonio” ya nos escribiste una vez, yo por mi parte mientras me deleitaba leyéndote me los imaginaba a todos paseando por la calle , en vez de un traje de rosa, los veía en chándal y con las medallas colgando, pero líbreme Dios de pecar de tópicos.
Un beso
Te veo capaz y muy capaz de hacer esa chalaura que tienes en mente, paisana.
Eres total, nena. vamos que le echas unos co... corajes que ni te cuento.
Me gustan las ardillas por lo despiertas y raspas que son. Si cogen confianza les puedes dar de comer acercándole la mano y ni se asustan. Por lo menos unas de un parque de Madrid que conozco.
Cualquiera te toca a ti el coche. Sería lo último que hiciera el osado inconsciente.
Me encanta pasar por aquí, María.
Cuidadín con las peladillas y con los dientes. Demasiado azúcar.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Sou amiga de Sor Cecilia e a encontrei e vim visitá-la e gostei muito desse belo texto.
Escrevo poesia, tenho translater e gostava de ser sua amiga.
Sou portuguesa, mas também escrevo inglês se o desejar.
Abraço
Maria Luísa Adães
Hola María, hace mucho tiempo que no sé de ti, espero que esté bien.
Me ha gustado tu relato. Personalmente siempre he tratado con gitanos, ya de niña me gustaba compartir mi merienda con ellos, Lástima que a veces sus costumbres nos hagan tambalear.
Con ternura
Sor.Cecilia
Pues fenomenal, Maria , que te lleves así de bien con los "primos " !!
Realmente , si se les trata con respeto , ellos también lo hacen , en el fondo , solo quieren lo que queremos todos , ser reconocidos y respetados - besos
Publicar un comentario