A mí me gusta mucho el pescado y uno de mis favoritos es el bacalao, ayer lo comí frito con pimiento y tomate (capricho de mi madre) pero, mientras lo comía, no pude evitar acordarme de la dichosa espina, de hecho estuve mucho tiempo sin comerlo por culpa de una.
Recuerdo que ese día comíamos casa de mi madre y había hecho un guiso de patatas con bacalao, almendras picadas, etc. que siempre me ha gustado mucho pero, nada más empezar a comer, me tragué una espina que a ella se le había pasado quitar y se me clavó en la base de la lengua.
Como no había forma de sacarla mi marido me llevó al centro de salud y, después de una pequeña espera, me atendió mi médico y me envió por urgencias al hospital que hay más cercano a mi domicilio. Cuando llegamos al hospital, ya después de las 3 de la tarde, resultó que el único otorrino que había de guardia por la tarde estaba en el quirófano y, después de más de media hora de espera, me desviaron a otro porque en ese no me podían atender debidamente.
Allá nos fuimos pero, ¿cómo no?, resulta que el coche necesitaba gasolina, así que pasamos por la gasolinera (con lo cual perdimos otros 15 minutos) y luego al hospital. Yo, aparte de lo mal que me sentía, iba mosqueadísima porque mi marido parecía que iba conduciendo un burro en lugar de un coche de lo despacio que iba.
Cuando llegamos estaba casi asfixiada, el extremo de la espina me rozaba y tenía la garganta inflamada por completo. Allí, mientras me tomaron los datos y me hicieron la consulta previa para desviarme al otorrino, creía que me moría de lo mal que me sentía. Pero por fin me atendió una doctora y, tras examinarme, me dijo: "Si colabora Ud. no la meto al quirófano e intento sacarle la espina aquí" y yo, que ya no podía ni hablar, asentí y me dispuse a colaborar.
La colaboración consistía en que ella me ponía anestesia local, yo me tiraba de la lengua sujetándola con una gasa y ella, con una especie de espejito de acero, que quemaba previamente para que no se empañara, y unas pinzas curvas enormes trataba de sacarme la espina.
Juro que nunca hubiera imaginado el tamaño de mi lengua y lo bien agarrada que está porque, cuando ya pensaba que si no me asfixiaba me arrancaba la lengua y me quedaba muda para siempre, la doctora me decía: "tírele más que no se rompe" y yo tiraba y aquello salía más y más, anda que no estiraba la puñetera. Al final, después de ponerme tres veces anestesia, consiguió sacar la espina que por cierto era muy larga y llevaba la mitad incrustada y la otra mitad rozándome sin parar.
Supongo que por la anestesia, estuve un buen rato sin poder hablar y, ya de vuelta a casa, me dice mi marido con mucha guasa: "Oye ¿pasamos por El Corte Inglés y compramos unos salmonetes?", yo casi reventé del disgusto de no poder hablar para contestarle, cogí el mosqueo del siglo y, unos 15 minutos después cuando ya pude hablar y casi llegando a casa, le dije: "hijoputaaaaaaaaaa", me salió del alma aunque sé que no está bien.
Él se quedó de piedra porque no se acordaba de la broma de los salmonetes pero yo, ya que había empezado a hablar, arremetí contra él y, entre otras cosas, le pregunté: "¿Me quieressssss decir para qué narices te compras un coche de 270 cv. para ir a esa velocidaaaaaaaad?", "¿Piensasssssssss que va a bajar la gasolina y llevas el depósito vacío justo cuando yo me clavo la espina por si acaso ahorras algo?". Su respuesta me dejó aún más perpleja porque, con toda la parsimonia del mundo, va y me contesta: "encima que iba despacio para no pillar ningún bache no sea que te perjudicara vas y te enfadas". Han pasado más de dos años pero cada vez que como bacalao me acuerdo del asunto y no termina de cuadrarme a mí el tema de que fuera tan despacio.
Recuerdo que ese día comíamos casa de mi madre y había hecho un guiso de patatas con bacalao, almendras picadas, etc. que siempre me ha gustado mucho pero, nada más empezar a comer, me tragué una espina que a ella se le había pasado quitar y se me clavó en la base de la lengua.
Como no había forma de sacarla mi marido me llevó al centro de salud y, después de una pequeña espera, me atendió mi médico y me envió por urgencias al hospital que hay más cercano a mi domicilio. Cuando llegamos al hospital, ya después de las 3 de la tarde, resultó que el único otorrino que había de guardia por la tarde estaba en el quirófano y, después de más de media hora de espera, me desviaron a otro porque en ese no me podían atender debidamente.
Allá nos fuimos pero, ¿cómo no?, resulta que el coche necesitaba gasolina, así que pasamos por la gasolinera (con lo cual perdimos otros 15 minutos) y luego al hospital. Yo, aparte de lo mal que me sentía, iba mosqueadísima porque mi marido parecía que iba conduciendo un burro en lugar de un coche de lo despacio que iba.
Cuando llegamos estaba casi asfixiada, el extremo de la espina me rozaba y tenía la garganta inflamada por completo. Allí, mientras me tomaron los datos y me hicieron la consulta previa para desviarme al otorrino, creía que me moría de lo mal que me sentía. Pero por fin me atendió una doctora y, tras examinarme, me dijo: "Si colabora Ud. no la meto al quirófano e intento sacarle la espina aquí" y yo, que ya no podía ni hablar, asentí y me dispuse a colaborar.
La colaboración consistía en que ella me ponía anestesia local, yo me tiraba de la lengua sujetándola con una gasa y ella, con una especie de espejito de acero, que quemaba previamente para que no se empañara, y unas pinzas curvas enormes trataba de sacarme la espina.
Juro que nunca hubiera imaginado el tamaño de mi lengua y lo bien agarrada que está porque, cuando ya pensaba que si no me asfixiaba me arrancaba la lengua y me quedaba muda para siempre, la doctora me decía: "tírele más que no se rompe" y yo tiraba y aquello salía más y más, anda que no estiraba la puñetera. Al final, después de ponerme tres veces anestesia, consiguió sacar la espina que por cierto era muy larga y llevaba la mitad incrustada y la otra mitad rozándome sin parar.
Supongo que por la anestesia, estuve un buen rato sin poder hablar y, ya de vuelta a casa, me dice mi marido con mucha guasa: "Oye ¿pasamos por El Corte Inglés y compramos unos salmonetes?", yo casi reventé del disgusto de no poder hablar para contestarle, cogí el mosqueo del siglo y, unos 15 minutos después cuando ya pude hablar y casi llegando a casa, le dije: "hijoputaaaaaaaaaa", me salió del alma aunque sé que no está bien.
Él se quedó de piedra porque no se acordaba de la broma de los salmonetes pero yo, ya que había empezado a hablar, arremetí contra él y, entre otras cosas, le pregunté: "¿Me quieressssss decir para qué narices te compras un coche de 270 cv. para ir a esa velocidaaaaaaaad?", "¿Piensasssssssss que va a bajar la gasolina y llevas el depósito vacío justo cuando yo me clavo la espina por si acaso ahorras algo?". Su respuesta me dejó aún más perpleja porque, con toda la parsimonia del mundo, va y me contesta: "encima que iba despacio para no pillar ningún bache no sea que te perjudicara vas y te enfadas". Han pasado más de dos años pero cada vez que como bacalao me acuerdo del asunto y no termina de cuadrarme a mí el tema de que fuera tan despacio.
9 comentarios:
Lo que no comprendo, querida María, es como, después de haberlo pasado tan mal en aquella ocasión, seguiste comiendo bacalao.
Imagino que desmenuzarías con lupa casi los posteriores y concluyo que te encanta el pescado.
A mí, hace ya años, creo recordar que con el mismo pescado, una "mardita espina" de tres cms aprox., se me clavó en una amígdala.
Gracias a la destreza de la médico y la cercanía del Centro Médico se solucionó la cosa en pocos minutos.
No cuento yo, María, mi historia de la uña encarnada, por respeto a la sensibilidad de los lectores.
Imagínate los detalles, lo dejo ahí. También me puse hecha un basilisco, pero con el médico, qué mal lo pasé, uff.
Un beso enorme me has encantado, en una de tus tantas anécdotas, contadas en primera persona.
Inés:
Estuve unos meses sin comer bacalao, no creas, me daba pánico y, por supuesto, dejé de comer buñuelos de bacalao y similares fuera de casa por si las moscas.
Besos
la verdad , que contada la historia así , me da la risa...perdona, no quiero ser grosera....pero resulta tan cómico...y con final feliz, que es lo importante...si no....jajajjaja
mil besos y olvídate ya !! rosa de los santos
http://labrujafeliz.blogspot.com/
También me apunto a este blog...me pareces estupenda , con y sin prosa-
rosa de los santos
http://labrujafeliz.blogspot.com/
Ainsss María que cosas te pasan, tremendo la verdad y además angustioso, reconozco que ha habido momentos de tu relato que lo he pasado mal, pero también has conseguido sacarme unas risas. Yo el pescado me gusta pero sin espinas. Porque siempre me tocan a mí aunque de seguro me he tragado muchas, las he pasado con pan, (trucos de la abuela) jajajaja. Y ya no me han molestado. O soy una gata, ha saber.
Te mando un fuerte abrazo mi querida amiga, sino te viene de gusto hacer el cuestionario no lo hagas, yo te he nominado porque eres un encanto de mujer y te lo digo con el corazón en la mano. Feliz día reina!!
Rosa de los Santos:
A mí también me da la risa, jajaja, así que tú no te preocupes (empecé a reirme en cuanto se me pasó el enfado).
Besos y gracias por tu visita.
Rosana:
Te aseguro que probé con la miga de pan pero es que era muy laaaaaaaarga y estaba muy bien clavada.
Haré el cuestionario y lo pongo esta tarde ¿cómo me va a disgustar eso, mujer?.
Besos
Se que no esta bien reírse de las desgracias ajenas, pero te juro que hacia tiempo que no me reía tanto, hasta las lagrimas se me han saltado, creo recordar que la ultima vez que me reí tanto fue en un velatorio.. Besos
Manasés:
Tú ríete tranquilo que más que me río yo cuando me acuerdo no creo que te rieras tú.
Por cierto, ¿sabes eso de no hay boda sin lágrimas ni velatorio sin risas?.
Besos
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