5 de marzo de 2010
Ay, corazoncito. ¡Si supieras la alegría que tengo! Acabamos de leer juntos, con Bau, tus correos. No pude evitar que los ojos se me empañaran. Fué de esas emociones comparadas con los hechos más importantes de mi vida. Niña querida, nunca sabrás de mi angustia. De a una, iban reapareciendo mis amigas chilenas, y solo me faltabas vos, nada menos que vos, pequeña, para colmo en el lugar mas álgido del cataclismo. Cada imagen de Concepción que veía, era morir un poco. No sabía por donde buscarte. He entrado al diario El Día, de allí. Busqué empresas que vendieran maquinarias deforestadoras. Intenté entrar en el Ministerio del Interior de Chile, pero solo tenía tu nombre. ¡Cómo no saber tu apellido, cómo no tener un teléfono tuyo! ¿Quién iba a imaginarse semejante catástrofe? Pero estás bien y eso es lo importante, lo que me llena de alegría. Las pérdidas materiales se repondrán. Chile se repondrá, por más réplicas que nos informen ahora. Ir, mi brazo está extendido, mi abrazo vigente, mi corazón palpitando, ahora de alegría. Otra vez me brillan los ojos. Mejor es que deje esto ahora. Mi abrazo rompe-cordillera vive. Edu.
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