Yo, que confieso ser a veces más rara
que un perro verde, nunca he sido aficionada a ver la tele,
exceptuando las noticias y algo puntual pero, como digamos que estoy
en el dique seco de la actividad y obligada a tomarme las cosas con
mucha calma, o sea hacer menos y reposar más, llevo desde este
verano viendo algunos programas, sobre todo concursos y me dedico a
hablar con la tele para decirle las respuestas a un interlocutor
imaginario y a endemoniarme y ponerle un cuerpo de tontos a la
mayoría de los concursantes cuando fallan o siguen una estrategia
que yo creo errónea.
Pero, como en todo, los toros desde la
barrera se ven muy bien y una cosa es tu tranquilidad frente a la
pantalla, que te permite pensar las respuestas con total lucidez, y
otra el estrés al que se enfrenten los pobres concursantes en un
plató, así que al final termino riñéndome por ser tan resabiada
pero, como no tengo remedio, al día siguiente vuelta a empezar.
Y, hablando de concursos, uno de los
que he estado siguiendo ha sido el de Top Chef del que, salvo la
final del otro día, he visto las reposiciones del domingo por la
mañana porque por las noches me dedico a leer y no soporto ver la
tele.
Top Chef está bien, con muchos
nervios, quizás con poco tiempo, mucha monada en la cocina pero con
muchísimos medios técnicos y, sobre todo, con todos los
ingredientes que te de la gana y de la mejor calidad. Y, claro, un
poco bruta como soy, no he podido evitar en cada ocasión pensar eso
de“con buena picha bien se jode” y
así casi cualquiera.
Y, con esta imaginación tan fértil
que Dios me ha dado, he pensado en quienes son los verdaderos Top
Chef del mundo y, para mí lo son quienes, con escasísimos medios
técnicos y con poquísimo dinero, son capaces de poner cada día la
mesa para una familia; son los que, poniendo de aquí y quitando de
allá, improvisan una comida de fiesta por cuatro duros que, segura
estoy, sabe mejor que el plancton que, al parecer, es el último
grito en alta cocina.
Así que yo propondría un Top Chef
real, cogiendo gente de la calle y gente con estrellas Michelín y
les diría: “Toma, aquí tienes 10 €, compra lo que te parezca
conveniente pero organiza un menú de dos platos y un postre para 5
personas”. Y, casi segura estoy, ganaría la gente de la calle.
De hecho, si me encontrara con los
ánimos suficientes organizaría un concurso bloguero en ese sentido,
sin nitrógeno ni nada.