La casa donde vivía Paula sus días adolescentes, era amplia, soleada y en una altura muy respetable.
Sus hermanos varones solían, por esta época, hacerle bromas de cuando en cuando, que ella soportaba con resignación manifiesta.
Dormía con su hermana pequeña, que la entendía un poco mejor que los demás, aunque no del todo.
Solían ambas bajar a la plaza, rodeada de bancos de madera y forja, a charlar con chicas de su edad, entre risas y codazos, si algún mozo les acompañaba, en la tarde de verano que las contemplaba.
Enseguida había preferencias por alguno recién llegado a la ciudad, intercambiaban entre ellas opiniones y quedaba claro quien era para quien, sin consultar al elegido.
Paula, no eligió, ni por asomo. Sus pensamientos le aseguraban que ella no era la candidata ideal y callaba, siempre callaba, sentada en el banco de la plaza.
Los días, como las nubes, fueron pasando lentamente, dando paso a una amistad en grupo de las curiosas chicas y los insinuantes mozalbetes.
Y Paula notó un cambio en uno de ellos, que procuraba sentarse cerca de ella, siempre que podía. Se estremecía cuando le veía aparecer, cada tarde, perfumado y con su sonrisa de galán de cine.
El tiempo hizo que confirmara que era ella la elegida y no otra.
La música de la época selló su primer beso de mujer, cuando ambos se mecían en la pista, abstraídos en sus pasiones principiantes.
Su hermana pequeña y ella decidieron pues, salir a solas con ellos, como pareja, a partir de entonces.
Fué un verano dulce y distinto, Paula floreció como mujer . Su belleza escondida se manifestó ante propios y extraños y fué comentada en el barrio, por las aburridas vecinas del patio.
No hubo nada que recriminar a Paula, sólo se había enamorado y se le notaba demasiado, pero a su madre le parecía poca cosa para ella y resolvió que no se vieran más, que no le convenía.
¿Convenir?, ¡ella sólo quería sentirse viva!.
Pero su madre se cerró en banda, sin más explicaciones.
El verano acabó, con la amargura e impotencia de Paula, entre los cristales de su ventana, desde donde hacía señas a escondidas a su doliente enamorado.
18 de agosto de 2010
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9 comentarios:
Muy de la época eso de "no te conviene", cuantas parejas rotas por eso, personas que, quizás, hubieran sido mucho más felices de lo que son o han sido con las que sí les "convenía".
Besos
Ines con tu relato traes a mi recuerdos de una época muy bonita, los haces de una manera que atrapa al lector. Besos Lía.
Aunque es bueno recordar, yo soy de la opinión y muchas veces dichas por mí, "que agua pasada no mueve molino";Solo te da dolor de cabeza si la actual no es lo que esperabamos,¿quien sabe lo que hubiera ocurrido si tal o aquello hubiere sido? a lo mejor la vida hubiera sido mucho peor, por eso vivo la mia al dia, no pienso en el mañana ni en el ayer y me va muy bien,al final del camino solo queda el crematorio o una triste lápida sin arreglar o obligando a los que quedan a ir para que no digan.
Y otra cosa Ines, no paso por tu ciudad, una pena, pero no descarto ir otro dia,yo vivo y quiero disfrutar y el que venga de atrás, que "arree".
Un beso donde quieras y lo haces muy bien escribiendo.
Me gusta mucho como estas narrando esta historia, me atrapa, siento que la protagonista de la misma experimenta cierta injusticia, a veces por la ignorancia de quienes no supieron más, de quienes se creen dueños o poseederes de los pensamientos y acciones de los demás.Un abrazo
Inesperada, tú ya sabes que me encanta como narras.
Me trajiste nostalgia, de una época de mi vida, años muy felices.
Tan común en ésos tiempos el " te conviene " o "no te conviene", en fin...yo nunca hice caso.
Un besote, Scarlet2807
Unas historia muy tierna y muy real, desde luego de otra época en que aún resonaba la voz de Bernarda Alba.
Saludos
Inespe, niña, creo que es tu mejor historia. Sencilla, tierna y auténtica. Maravillosa forma de relatar una época y unos sentimientos.
Un beso grande.
Madeira
Historia sencilla de una mujer del ayer del hoy y de siempre.
Parece que pasa el tiempo,pero siempre en algun lugar existiran historias tan sencillas tiernas y bellas como Paula.
Me gusta mucho tu relato .
Un beso
wppa.
Lo triste... lo verdaderamente triste... es cuando somos nosotros mismos quienes decidimos que algo "no nos conviene"
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