Voy por mi tercer esguince en el pie derecho, de ahí lo de que no hay dos sin tres. Y hoy, recordaba lo que, por el esguince, me ocurrió en la primeravera del 2009, cuando me torcí el pie en la oficina y me
hice un bonito esguince con rotura parcial de ligamentos. Culpable el
tacón según el traumatólogo, me dio una charla al respecto pero yo ni
caso, en cuanto me curé volví a las andadas, o sea al tacón.
Aquello
me obligó a hacer casi un mes y medio de reposo y a andar con muletas
y, estando todavía convaleciente, se celebraba una feria de gourmets a
la que, por trabajo, nos interesaba ir a mi marido y a mí. Lógicamente
no podía darme "la paliza" de recorrer la feria con las muletas así que
nos llevamos la silla de ruedas. Nos acompañaron una pareja de amigos
que tienen un negocio relacionado con el tema y también estaban
invitados.
Cuando llegamos
al parking del recinto ferial, me ayudaron a bajarme del coche y me
instalé en la silla de ruedas, ahí yo toda monísima, hecha una barbie,
con una sandalia en un pie y el otro vendado y asomándome una uña
pintada que era la única que se me veía, como una reina.
La
primera gamberrada me la hicieron en la puerta, me dejaron allí en la
silla y me dicen: "mientras nosotros entramos tú te quedas aquí pidiendo
a ver si, cuando salgamos, te han dado suficiente dinero para que nos
invites a comer", me quedé muda, menos mal, porque si me da por hablar
se oyen los gritos hasta en Australia, sin poder moverme porque las
muletas se habían quedado en el coche, todo el mundo mirándome y yo
disimulando, como si no fuera conmigo. Ninguno de los tres me cogía el
teléfono pero a los 10 minutos volvieron a buscarme, muertos de risa
para variar, y me dicen: ¿qué, cuanto has recaudado ya? yo,
ofendidísima, respondí casi a gritos: ¿tengo yo aspecto de
mendigaaaaaaaaaaa?, ¿os parece que voy mal vestidaaaaaaaaaa?, al final me
contagiaron las risas y entramos a la feria.
Fuimos
recorriendo diferentes stands, saludando a expositores conocidos,
catando vinos y muchos productos estupendos y yo pensando: "parece que
han terminado conmigo" pero qué equivocada estaba. La siguiente me la
hicieron en un stand de vinos, estábamos catando y yo hablando con la
representante del Consejo Regulador en cuestión que es amiga mía cuando,
de pronto, llega un periodista pertrechado con su cámara de fotos. No
se lo pensaron dos veces, me giraron la silla para que me quedara frente
a frente con el periodista, se apartaron y le dicen "señor, haga Ud. el
favor de sacarla en el reportaje que vaya a hacer, que no sabe Ud. la
ilusión que le hace, le gusta chupar cámara que no vea y lo de salir en
los periódicos ya ni hablamos, eso es que le priva"; el pobre periodista
se lo creyó y pensó: "pobre mujer, a esta la saco yo en primera página y
doy el golpe" y se puso a fotografiarme en la silla y yo, con mi copa
de vino en la mano, diciéndole "nooooooooooo, por favor, nooooooooooo,
no les haga caso que estos están locos, que lo que quieren es reírse de
mí porque no me puedo defender, por favor a mí no me saque en la silla",
yo no sé si terminé saliendo o no porque, para curarme en salud, ni
miré la televisión en varios días ni compré los periódicos pero reírse,
lo que es reírse, sí que se rieron, hasta el periodista se rió.
Pero
la cosa no se quedó ahí, no, hubo más. Cada vez que pasábamos por un
stand donde los expositores eran conocidos nos regalaban cosas y ellos,
sin cortarse un pelo, me lo ponían todo en la silla, los brazos llenos
de bolsas colgando, botellas de vino encajadas en la silla rozándome los
muslos, yo ya no podía más y les decía: "que estamos dando un
espectáculo, no me pongáis más cosas en la silla, por favor"; pero qué
va, el espectáculo estaba aún por venir y lo dimos más tarde, en las siguientes visitas, ahora
ya por el sector dedicado a los cárnicos. Nos pusieron varias bandejas
con jamón de jabugo, ibéricos, cecina, etc. y, con la excusa de dejar
paso a otros visitantes, me las colocaron encima de mis muslos y en mis
manos, como si yo fuera una mesa, e iban comiendo de allí. De pronto me
dicen: "vamos a seguir" el problema fue que seguimos pero yo seguía toda
cubierta de bandejas y ellos le decían a todo el que se cruzaba con
nosotros: "¿le apetece tomar algo?, tome, tome, Ud. no se prive" y
tomaban, ya lo creo, tomaban de las bandejas que yo llevaba encima y yo
como un tomate de roja. Cuando se acabó el contenido de las bandejas me
las repusieron, que por algo conocíamos a muchos de los expositores
¿para qué tiene uno amigos?.
Yo no soy rencorosa pero esta, y las demás que me hicieron ese día y otros más a costa del esguince, se las tengo guardadas.