14 de mayo de 2010

Carlitos y el tren

En uno de mis insomnos, alguien me contó un cuento. ya no pude dormir más durante toda la noche. Ahora quiero compartirlo con vosotros.

CARLITOS Y EL TREN

La señora mayor terminó todo lo que tenía que hacer en la ciudad y decidió volver a casa.
Deshizo los pasos andados en días anteriores y se dirigió a la estación de ferrocarril.
Pasó por la taquilla, solicitó un billete para su ciudad y preguntó al empleado si el
tren venía con retraso. Viene en hora, le contestó. Aún le quedaban treinta y cinco
minutos para que llegara el tren. Se dirigió a la tienda de la estación y compró una
revista, un paquete de galletas y una lata de refresco que, mecánicamente, guardó en su bolso. Era agradable pasear por el andén en primavera. El olor a alquitrán de las
traviesas y el movimiento de la gente, con sus bultos y maletas, le trasportaban a otras
épocas infantiles. Pero sus piernas, llenas de tiempo, le aconsejó tomar asiento en un banco para descansar.


Distraídamente, sacó de su bolso la revista y se dispuso a leer. Giró la cabeza a su
derecha y vio a un niño pequeño que también había tomado asiento en el mismo banco.
Entre ella y el niño, estaba el paquete de galletas, aún sin abrir. La señora lo tomó, quitó el precinto y llevó a sus labios una primera galleta, depositando el paquete en el mismo lugar. Carlitos, que así se llamaba su compañero de banco, la miró de soslayo y dibujó en su cara una sonrisa interminable. Al segundo, dirigió sus ojos al paquete de galletas y con sus diminutas manos tomó una galleta y comenzó a comerla. "¿Será posible el niño descarado éste? ¿Pues no me ha quitado una galleta?" Pese a todo, la señora mayor no dio demasiada importancia al hecho y siguió leyendo su revista y, de vez en cuando, tomaba una galleta para comerla. Carlitos, como si estuviera imitándola, cada vez que la señora tomaba su galleta, él la respondía tomando otra. “Esto es imposible, se decía. No entiendo cómo puede haber niños tan mal educados. Seguro que su padre, en vez de educarle, estará siempre en la cantina de la estación, emborrachándose”. Carlitos no dejaba de mirar a la señora mayor y de sonreírla. Galleta a galleta, el paquete se terminó y Carlitos lo arrugó entre sus manos, se levantó, y depositó la pelota de papel en una papelera, regresando de inmediato a sentarse en el mismo banco donde estaba la señora mayor. “Menos mal, por lo menos no es de los que tira
todo al suelo”.
Pasados unos minutos, se divisó a lo lejos una nube de humo que manchaba de un gris
oscuro el claro azul del cielo. Un largo pitido anunció la llegada del tren. La señora
mayor, recogió sus cosas y se encaminó al borde del andén. Subió al tren, buscó su plaza y, tras tomar asiento, vio cómo el niño, que seguía sentado en el mismo banco, continuaba sonriéndola. “Sinvergüenza”, pensó. El tren volvió a pitar e inició una marcha lenta y ruidosa, envuelto en humos. Carlitos levantó su mano derecha y, con una sonrisa aún mayor, se despidió de su compañera de banco. “Pero qué desfachatez. Aún tiene cara para despedirse de mí, después de comerse la mitad de mis galletas”
La señora mayor, dispuesta a olvidar el incidente, abrió su bolso para tomar la lata de
refresco. Junto a lata vio algo que dejó su piel helada. Junto a la lata estaba intacto,
aún, su paquete de galletas. “Dios mío, me he comido las galletas del niño. Y él estaba
feliz por compartirlas conmigo”. Dos lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
Dos lágrimas...que le acompañaron durante todo el viaje.

9 comentarios:

Scarlet2807 dijo...

Prologo:
¡ preciosa! tu historia,muchas veces en la vida actuamos y pensamos como la señora de tu relato, creyendo que estamos de mala gana regalando algo muy "nuestro", para luego ver con sorpresa, que más que dar hemos recibido...
Un gran beso, Scarlet2807

María dijo...

Buena moraleja, no se puede prejuzgar.

El niño muy bien educado, por cierto.

Un beso

LIA50 dijo...

Me colmaste de ternura!!, que linda historia y muy bien relatada. Cariños Lia

Mayte® dijo...

Maravillosa y encantadora historia que nos lleva a todos a reflexionar con la moraleja.

Gracias por compartir con todos nosotros.

Un beso

Carmen dijo...

Encantadora historia. Yo, cuando hay niños por medio, parece que todavía me emociono más.

Besos

Miranda dijo...

Prolllllllll:

Qué más puedo agregar???, han dicho todo.

Gracias por compartir cosas tan hermosas.

Abrazos afectuosos y besitos a la distancia.

* Inés * dijo...

A veces, las cosas no son lo que parecen y se juzga duramente y sin razón a personas que pasan por la vida.

Me das que pensar, me quedo con la sonrisa e inocencia del niño y las lágrimas amargas de la anciana, que supo entender y cambiar.

Gracias, siempre.

Fibonacci dijo...

Me encantan las historia y esta me ha gustado mucho, buena parabola.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Prólogo que gusta muchísimo como escribes, la ternura de tus relatos, destilan hasta un poco de melancolía.
Hermosísimo para mi gusto.
Un abrazo

Callad, por Dios, ¡Oh buñuelo!.

(La foto es de otro día, los de hoy los haré esta tarde que no me ha dado tiempo) Callad, por Dios, ¡oh buñuelo! Que no podré resisti...